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lunes, 29 de septiembre de 2008

EL TORO CANDELA !!!!!!!!!!!


El pueblo estaba de fiesta.En ese momento vieron venir a su amigo Toño, que pálido y lleno de moretones cruzaban la calle.¿ Que paso? - preguntaron en coro los amigos.
- Casi nada, necesitaba dinero y quise probar fortuna con El Toro de Candela, ya ven, me arrastro y me dejo maltrecho.Pancho no escuchaba los comentarios de sus amigos. Pensaba en la forma de enfrentarse al toro.Esperaría a que finalizara la corrida y hablaría con el triunfador de la tarde. Irían los dos en la noche y torearía al "Candela", luego, repartiría los doblones.El triunfador Paquito dio vueltas al ruedo mostrando sus trofeos ante las ovaciones de los aficionados.

El Chinchurria fue al hotel y espero la oportunidad de hablar con Paquito. Se pusieron de acuerdo y a las doce de la noche irían a la hacienda de los Martínez.

La hacienda de los Martínez estaba situada en las cercanías de Tariba. Amplio valle dedicado al pastoreo, rodeado de frondosos árboles.Un viejo saman sobresalía entre el grupo de árboles. Frondoso y corpulento extendía sus ramas en todas direcciones, bajo ellas, apenas se coloca unos rayos de luz.Se decía que el pie de ese saman estaba enterrada una paila con doblones de oro y que para encontrarlos solo se necesitaba darle dos lances al Toro de Candela.

Sudando, a pesar del fresco de la noche, llegaron Paquito y El Chinchurria. Buscaron el saman.
.- Esperarían la oportunidad para torear al Toro de Candela, con dos buenos lances serian ricos. Aquel no se hizo esperar......Al poco rato sintieron un ruido de cascos......

Con garbo movió el capote como en sus mejores tardes. Un lance por chicuelinas perfecto y torero, y cuando iba a dar el segundo, se le enredo el capote y cayo al suelo. El Chinchurria miro despavorido. El fulgor de los ojos del toro lo petrificaron. La bestia desapareció. Sobrecogido de terror, El Chinchurria llamo a Paquito y corrieron hacia la salida de la hacienda. corrieron hasta llegar al pueblo. Jadeantes sudorosos y asustados se sentaron en un banco de la plaza. Mudos y pálidos no podían hablar de miedo. Aun veían la figura corpulenta y cobriza del toro de candela, parecía como si los ojos del toro aun estuvieran lanzando llamaradas.
.- Año tras año se sucedieron hechos semejantes y no era raro que cuando veían a alguien pálido o maltrecho le preguntaran con malicia.
.- ¿ Estuviste en la hacienda de los Martínez?

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